jueves, 30 de abril de 2020

516: XVII Muestra SyFy V. El "western" al revés


Blood quantum” (título referido, al parecer, a una especie de “RH vasco” que te define o no como americano nativo) plantea una epidemia de zombis ultraviolentos que solo deja indemnes a los pobladores originales de Norteamérica, lo cual plantea la divertida paradoja de que terminan siendo los pieles rojas quienes cazan a tiros a los blancos, subvirtiendo los precedentes históricos. Lo malo es que el guión no apuesta por ese tipo de malicia, sino que acumula las secuencias de acción sin un hilo argumental fuerte por debajo que vaya más allá del contraste entre los dos hijos del sheriff, de diferentes madres: uno que lucha por integrarse y ser buen miembro de la sociedad, y otro que es un macarra irredento. Mientras escribo esto no tengo puesto Internet para no hacer trampa con Wikipedia, pero, a un mes y siete días del visionado, no retengo muchas cosas amén del ya mítico “abuelo ninja” (un ex combatiente de la II Guerra Mundial que por alguna razón es un maestro indio de la katana): una broma consistente en cagar sobre los coches desde lo alto de un puente, unos peces zombis, una inquietante chica de ojos claros que arranca su “hombría” al macarra y que luego es vislumbrada brevemente como zombi para no aparecer nunca más, y unos peculiares insertos animados, recurso que, como veremos luego, no fue la única vez que apareció en esta Muestra. Pero en general recuerdo “Blood quantum” con bastante desdén, me dio la impresión de que era el típico título de relleno, con disponibilidad fácil, que dentro de muy poco veremos programado hasta la saciedad en el canal Dark.

Bacurau”, por su lado, me planteaba la misteriosa cuestión de qué hacía en la Muestra. Había visto una de las pelis anteriores de su co-director, Kleber Mendonça filho, “Doña Clara”, y, si bien la encontré interesante, no la vi muy afín a los mundos del fantástico, ni hacía prever una visión del mundo lo bastante divergente para hacer del cine de autor un subgénero afín a la fantasía o incluso a la ciencia ficción (por ejemplo, lo que pasaba en “Canino” de Lanthimos). Luego, una vez vista, ya queda claro el porqué, aunque habría que “spoilear” a fondo para explicarlo del todo. Baste decir que la película transcurre en un futuro más o menos cercano y que en ella unos gringos que utilizan un dron espía en forma de platillo volante se proponen exterminar a los habitantes de un pueblo brasilero cercano a Pernambuco para hacerse con su agua, un bien convertido en escaso. Y hasta ahí puedo leer, como decían en el “Un, dos, tres”. La peli en general gustó más al público de lo que yo pudiese haber anticipado (excepto a los más acérrimos del cine de género, que practican con el “mainstream” el tipo de desprecio que ellos creen sufrir por parte de la cultura más oficial), con un inicio costumbrista que va incorporando insinuaciones de un substrato más salvaje que terminará estallando, llegando al “gore”, al final, ante la invasión gringa, y algún que otro guiño inesperado (la escuela del pueblo se llama “Joao Carpenteiro”, y ahora sí que he ido a Wikipedia: no hay ningún Joao Carpenteiro célebre en Brasil que haya podido dar nombre a una escuela, lo cual no demuestra de por sí que la peli sea un homenaje a John Carpenter, pero sí que los que la han hecho han querido dejar constancia de que para ellos John Carpenter ha sido una fuente de aprendizaje). También hizo mucha sensación que el personaje de Sonia Braga se llamara “Domingas”, y también subió la moral que uno de los graciosos fuese silenciado de manera contundente durante una escena en la que un lugareño gordo aparecía desnudo, con la frase “es ver un pito y ya os ponéis nerviositos”. Nos hubiera hecho falta ese héroe anónimo durante la proyección de “The lodge”.

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