jueves, 30 de abril de 2020

517: XVII Muestra SyFy VI: Lo que no veo por ningún lado es la "SyFy"


Es un poco la queja habitual, que en una muestra fílmica patrocinada por un canal que hace de la ciencia ficción el nombre de su marca, no se encuentren demasiados títulos de naturaleza especulativa (bueno, “Bacurau”, de la que acabamos de hablar, supuestamente es CF, lo que sucede es que el subgénero “futuro cercano”, para cuando las películas llegan a las pantallas, se convierte en el telediario de ayer…) Pero, quitando “Color out of space”, que, por su crossover con el terror, con Lovecraft, con la trayectoria de un director maldito, y por Nicolas Cage, merece casi un capítulo para ella solita, hubo al menos dos títulos que hicieron honor al membrete “SyFy”: “Synchronic” y “Human lost”.

Synchronic” es ya la tercera película en la Muestra del tándem Justin Benson / Aaron Moorhead, después de “Spring”, que se va reivindicando poco a poco como una rareza estimulante, y “The endless”, de la que no hablamos demasiado bien por aquí y a la que no hemos dado aún otra oportunidad. “Synchronic”, el producto que da nombre a la peli, es más o menos lo mismo que “Chronax”, sobre la que cantaba Donald Fagen en su tema “Brite nightgown”: una droga para viajar en el tiempo. En otra muestra de la inquietante capacidad de la Muestra para predecir el futuro, los héroes de la película son dos sanitarios, un negro follarín pero solitario (los tópicos de la caracterización son tozudos) y un blanco con problemas tanto en su matrimonio como en su relación con su hija adolescente (lo mismo digo). El modo en que la película se abre con una secuencia desconcertante (los extraños “viajes” de una pareja que se droga en un hotel), prosigue con lo que parece un “thriller” de escenas del crimen, enlaza con una fase de experimentos espaciotemporales y termina uniendo la historia familiar con la historia con mayúsculas de un país, revela una ambición considerable a nivel de concepción y escritura que no llega a corresponderse con una habilidad plástica o narrativa comparable (es el viejo lamento de Barry Malzberg en “Galaxies”: ¿qué escritor puede estar a la altura de asuntos inimaginables como viajes en el espacio sideral o en el tiempo?). Tanto es así, que la película sufrió un remontaje entre su pase en el festival de Sitges y el de la Muestra, con el consiguiente desfase en los subtítulos, que desembocó en una intervención de Dolera a mi modo de ver desafortunada: lanzar una soflama en mitad de la peli (cuando se suponía que se le dejó el micro abierto para intentar traducir) sobre “así es como el cine nos trata a las mujeres”, cuando lo único que se buscaba era mostrar la perspectiva de un padre divorciado al que tampoco se idealiza mucho, hizo realidad conmigo esa frase que tanto odio, “me sacó de la película”, haciendo un poco difícil para mí el reconectar con la trama. En todo caso, la peli tiene su aquel, es una serie B con ciertas, aunque no muchas, pretensiones, y continúa una trayectoria fílmica peculiar que nos puede deparar alguna que otra sorpresa.

Human lost”, largometraje de animación japonesa, fue una de mis decepciones personales de la Muestra, pues me planteaba a priori un interrogante de difícil respuesta: ¿realmente se podía realizar una traslación a la CF del clásico de la literatura japonesa “Indigno de ser humano”, de Osamu Dazai, que en principio está en las antípodas de la fantasía colorista a la que nos tiene acostumbrado el anime? (Aunque sí existe una adaptación más o menos fiel en una serie animada cuya edición francesa tengo en casa) La respuesta parece ser que no: hacer del protagonista un rebelde contra el sistema está tanto más cogido por los pelos como que el personaje de Dazai se reía de las aspiraciones de la célula comunista a la que sus amigos se apuntaban por ganas de epatar, y convertir a su amigo Masao Horiki en una especie de villano de James Bond no casa muy bien con el rol que Dazai le reserva en la historia. El paralelismo entre la sociedad próspera fundamentada en el imperialismo y el belicismo del Japón de los años 30 y una distopía futura que promete la inmortalidad a un terrible precio no está demasiado bien buscado, y todo el tiempo me da la impresión de que se juega con la cierta familiaridad de muchos japoneses con el texto de Dazai, que por lo que tengo entendido se suele estudiar en la asignatura de Literatura Japonesa (supongo que todos tienen cierta idea de que se trata de la historia de un pintor frustrado, que sobrevive a un doble suicidio con su pareja, que es un drogadicto, etc.) para insertar sus elementos en una suerte de remake de “Akira”, con sus mismas veloces persecuciones y escenas de destrucción cataclísmica, todo ello dándole al guión una apariencia de enorme complejidad que en el fondo no es tal pero hace la película difícil de seguir, especialmente para el público de las 4 de la tarde que se había acostado después de las 4 de la madrugada del mismo día. Lo único que para mí captura cierto decadentismo canalla y cierto romanticismo sórdido es el retrato que el protagonista hace de la dueña del bar que le acoge, un desnudo sin idealizar de una mujer rotunda, alejada de su mejor momento físico pero aún así atrayente, que luego se trata de recuperar en el clímax de la aventura. Pero es poco lo que soy capaz de rescatar ahora del que creo que es el primer largometraje anime de la Muestra que no me ha dejado satisfecho (es que miren ustedes los precedentes: “Steamboy”, “Paprika”, “Summer wars”, “Wolf children” o “Your name”) y que querría rescatar en su estreno previsto para octubre o noviembre de 2020 (si es que la red de salas cinematográficas subsiste para entonces y el Covid no ha ayudado a instaurar el imperio maligno del streaming) para ver si con la cabeza más clara y mis fuerzas completas soy capaz de ver el vaso medio lleno en lo que en su momento solo supe ver como un trago amargo.



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