lunes, 6 de abril de 2015

XII Muestra SyFy, capítulo XII: Objeto Oscilante de Baja Frecuencia


Una de las razones principales por las que la edición 2015 de la Muestra ha sido superior a las tres anteriores es que, al llegar al Callao para la sesión del domingo a las 4, en lugar de encontrarme con un “clásico popular” visto mil veces en cine, vídeo y tele y que muchas veces no lograba mantener mi interés a fuerza de excesiva familiaridad, nos encontramos con un ovni nórdico bajo el título “L.F.O.”


Segundo ejemplo este año de la alargada sombra de “Canino”, a base de claustrofobia doméstica, apacible cotidianeidad en scope que oculta pulsiones oscuras y omnipresencia del blanco, esta vez en su vertiente Ikea, se añade además un peculiar sentido del humor, surcado, como siempre según nos acercamos al Polo Norte, de un notable pesimismo, y que convierte la extravagancia en aliada de unos medios de producción menos que discretos (en estos días, me estás viniendo a la cabeza una teoría sobre el bajo presupuesto como estado natural del cine que un día desarrollaré si se tercia).


Imagino que algunos interpretarán todo como lo que pasa cuando un friki de mediana edad deja de tomar sus pastillas, pero la cosa tiene su gracia: un tipo que habla cada día con su mujer muerta en accidente y que no puede dormir por culpa de su tinnitus, busca mediante su equipamiento de sintetizadores de audio una frecuencia relajante que anule su defecto y le ayude a conciliar el sueño, topando con casualidad con un sonido que anula la voluntad y hace vulnerable al receptor a todo tipo de órdenes hipnóticas. El director y guionista Antonio Tublen, haciendo gala de un realismo que le honra, postula como primera aplicación práctica del invento la más obvia: invitar a la vecina y acostarse con ella. A partir de ahí, ella y su marido son utilizados como cobayas de un experimento que tarde o temprano saldrá de los límites de la casa y salvará a la humanidad de sí misma.


Cualquiera diría que estábamos en una Muestra SyFy de 2008 o 2009: un título en principio nada comercial, de una nacionalidad rara en el panorama distribuidor que vivimos, no especialmente trepidante en su ritmo, termina convenciendo al público del domingo a la sobremesa (un servidor puede asegurar que es la única primera sesión del evento en la que no cerró ni un ojo) y se erige en una de las grandes sorpresas de un año que, salvando tropezones como los de las sesiones de madrugada, se va perfilando en el recuerdo, a un mes vista, como uno de los mejores de la historia del evento, y desde luego el mejor desde que estamos en el cine Callao.

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