Resulta
raro, en la presente situación de confinamiento, imaginar instantes
en los que compartíamos un mismo recinto con cientos de personas, y
en los que los virus con pinchitos tenían la posibilidad de volar
libremente de una persona a otra e invadirnos a fuerza de la famosa
“carga viral”, toda vez que el público festivalero grita digamos
que un poquito y que en los servicios todos compartíamos los mismos
grifos, pomos de puertas, etc. No creo haber sido el único en
preguntarme si me habré pasado cuatro semanas incubando, o si estaré
incubando aún, el inefable microorganismo "chino", incorporado a mi
cuerpo durante un evento no tan multitudinario como las
manifestaciones del 8-M pero que, si hubiese estado programado solo
para una semana más tarde, ni siquiera habría tenido lugar, y por
tanto este blog se habría pasado sin actualizar como mínimo dos
años.
Pero
al parecer me encuentro bien, únicamente sorprendido por el anuncio
de mis jefes de que comenzaban las vacaciones de Semana Santa (porque
un encierro involuntario no puede considerarse vacaciones por mucho
que no te dejen ir al trabajo) y con algún miembro de la familia
menos, viviendo una realidad apocalíptica que una vez más pone en ridículo el extendido empleo de la expresión “ciencia ficción”
como sinónimo de algo inverosímil y nada plausible, y preguntándome
por qué cada vez más las pantallas de vídeo parecen ventanas y las
ventanas parecen pantallas de vídeo. Y por qué hace frío uno de
cada dos días para no dejarme celebrar mi vieja decisión de tener
un salón más pequeño a cambio de un acceso al exterior en forma de
balcón.
Y
entonces me dedico a hojear viejos diarios y álbumes de fotos,
descubro paleolíticos cigarrillos Camel en lo alto de novelas de
Pérez-Reverte que hay alguien que ya nunca va a leer, y, tropezando
con mi vieja y destrozada mochila de los años 2014 a 2016, vislumbro
la correa negra que suspendía en torno a mi cuello el abono de la
Muestra SyFy. Imagino aquel viejo fundido encadenado que simulaba
ondas de agua y el flashback
comienza.
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