La
película tailandesa “The pool”, la misma que nos descubrió que
en el idioma de aquel país “¡Socorro!” suena algo así como
“¡Cthulhu oe!”, nos reveló también, aparte de que mucho
público siempre va a decir que una película que saca un
aprovechamiento máximo de medios mínimos es mala, el recurso
universalmente efectivo para impresionar y conmocionar a un público
del 2020 nacido y crecido entre algodones: basta con que un perro que
aparece en la historia muera o sufra un horrible destino. La mascota
del protagonista de “The pool”, para más recochineo, llevaba el
nombre “Lucky”, pero cuando apareció por primera vez en pantalla
solo nos llamaba la atención el cocodrilo con el que nuestro héroe
se veía obligado a compartir el fondo de una enorme piscina vacía
sin escaleras para salir de ella (norma rigurosa cuya razón a nadie
se le ocurre explicar). Parece todo una tontería pero considero que
mantener la atención del espectador con una premisa así durante 90
minutos es un mérito en sí mismo, independientemente de la calidad
del CGI del cocodrilo, de si hay unos huevos que cambian de tamaño
de un plano a otro, de si es posible que haya túneles subterráneos
que llevan a donde parecen llevar, o, mi eterno favorito, si los
personajes toman las decisiones correctas en cada momento (un clásico
de las malas críticas de los terrores y slashers:
supongo que todo el mundo, en situaciones de vida o muerte con el
Jason o Michael Myers de turno en los talones, se convierte en todo
un von Clausewitz de la estrategia, viendo con claridad cristalina
todas las mejores opciones ante ti). Sabes que estás en este tipo de
festival cuando tienes delante una peli tan insensata, y de hecho
gran parte de la diversión reside en lo insensata que es. Pero lo de
Lucky la verdad es que dolió. No contaré lo que le pasa porque es
spoiler y si sois un poco moñas respeto vuestro derecho a
traumatizaros vosotros mismos.
Pero
no es que fuera solo Lucky. Veamos, si Lucky es 1), 2) es el perro
zombi de “Blood quantum”, 3) el perro del negro de “Synchronic”
que termina atrapado en el tiempo con el Ku Klux Klan, 4) es uno de
los perros de “Bacurau”, al cual, cuando preguntan a Udo Kier si
lo mató de un disparo, contesta “Hell, no”, 5) es una especie de
engendro infernal de “The cleansing hour”, 6) es el perrito de
los niños de “The lodge”, incapaz de aguantar los rigores del
invierno, 7) es el perro lobo de Nicolas Cage en “The color out of
space”, 8) son los sabuesos robóticos que atacan al protagonista
de “Human lost” y 9) es el perro del guardabosques en “The boy
II”. Y tal vez se me olvide alguno, pero lo que está claro es que
los guionistas de las pelis de esta Muestra, tal vez la última antes
del apocalipsis humano, no se cortaron mucho a la hora de hacer una
apelación barata a las emociones de un público que se ríe y
aplaude si despanzurran a humanos en pantalla, pero llora amargamente
si a un pequeño amigo a cuatro patas le pisan el rabo.
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