jueves, 30 de abril de 2020

521: XVII Muestra SyFy X: El principio


Ni siquiera han pasado dos meses, pero lo miro con nostalgia. Pese a haber madrugado a las 6 como todos los días y pese a no tener tiempo para descansar antes de irme otra vez,no quise dejar pasar la oportunidad de ver en el Doré “La gran prueba” de William Wyler (una de las películas, junto a “Cómo robar un millón”, “No se compra el silencio” y alguna más, ausentes de la retrospectiva filmotequera anterior de este cineasta, allá por 2003 o 2004). En vista de que, cuando escribo esto, llevo 49 días sin ver una película en pantalla grande, creo que hice bien, aunque tuviese que enlazar con la sesión inaugural de la Muestra. No dejéis que os convenzan de que la tele de casa, el streaming en tu ordenador o cosas así son modos ideales de visionado: son reemplazos más o menos buenos cuando no tienes la opción de ver la peli en una sala. Es una de las moralejas de todo esto: si dejas pasar la oportunidad de un pase en cine, luego puede venir una pandemia y dejarte metido en casa un par de trimestres.

En todo caso, la fábula sobre los cuáqueros y el pacifismo, con Gary Cooper, Anthony Perkins cuando aún hacía de chico bueno y una oca amaestrada llamada algo así como Gertrude o Hortense, fue mi preludio de la primera vez que una peli de animación, y en concreto de Pixar, inauguraba la Muestra. “Onward” aborda el subgénero “fantasía contemporánea” de una manera distinta a como lo concibo yo, a saber “las fuerzas sobrenaturales inmemoriales siguen activas en nuestra realidad urbana de todos los días” (otra de mis “premisas irresistibles”, que me hacen valorar incluso títulos como “El último cazador de brujas” con Vin Diesel). “Onward” es más bien “las criaturas de la fantasía son reales y viven en una realidad prosaica como la nuestra, pero la magia sigue viva si sabes cómo usarla”, algo que da juego para los animadores y creadores de personajes (aunque he de decir que los diseños me parecieron del montón tirando a feos) y entronca con las tramas de superación sin las cuales no habría blockbuster que se respetara a sí mismo (sin olvidar la importancia de la familia, con ese hermano jevorro y rolero del que se avergüenza el protagonista, un poquita cosa impopular en el insti y traumatizado por no haber casi conocido a su padre… en fin, creo que no hace falta que siga). Es una película con un ritmo muy bien logrado y muy concisa en duración para lo que es Pixar, bastante divertida (aunque todo ese slapstick a base de las piernas separadas del pobre papá me pareció un poco lastimoso) y más apropiada para abrir boca que otras aperturas más aparatosas que nos han caído (supongo que porque siempre se busca la coincidencia con algún preestreno de peli muy mediática que llega a salas el día siguiente, con la única excepción de “The invitation”, que por eso sigue siendo mi peli de apertura favorita por inusual). Lo único malo es que Pixar no es muy santa de mi devoción: son productos muy bien concebidos, con un grado muy alto de corrección política (lo del “primer personaje LGBT no me lo podía creer, esa agente de policía machorra era puro estereotipo) y una excelencia técnica orientada fundamentalmente a la creación de materiales y algoritmos que recreen con fidelidad elementos que cualquier cámara barata de imagen real puede captar sin problemas, más que a crear formas o modos narrativos que aprovechen las posibilidades de la animación para construir otras realidades. A mí me hubiese encantado que, a medida que la magia iba reapareciendo, pasáramos de una animación 3D generada por ordenador a un 2D dibujado, que para mí sigue siendo lo verdaderamente capaz de representar mitos, lo más intemporal y lo menos dependiente de las innovaciones tecnológicas del momento.

La peli que realmente habría sido chulísima para inaugurar la Muestra habría sido algo estilo “El faro” de Robert Eggers, con todo su estilo “antiguo” que retrotrae a épocas como el cine mudo. Ahora mismo me viene el sueño de un evento similar a la Muestra que programara 15 pelis de nuestros géneros, realizadas en décadas pasadas, con la condición de que fuesen inéditas desde siempre en salas, televisión o formatos domésticos. Quiero recuperar la ilusión de estar a las puertas de un cine, a punto de ver por primera vez el sueño que un grupo de personas insensatas tuvieron juntas para gente como yo, y quiero huir de lo coyuntural, de este mundo actual que todos veían tan sólido y que ha bastado un microbio no especialmente virulento para resquebrajar en unos cuantos pedazos. Resumiendo, me hace falta el fantástico, que no es otra cosa que un realismo flexible, que se dobla sin romperse.


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