martes, 24 de julio de 2007
"El curso del corazón" de M. John Harrison
Son peculiares los mitos que rodean a este libro. Un reseñador hispano argumenta en la red que, a pesar de su calidad, constituía una lectura demasiado “difícil” para tratarse del primer libro de Harrison editado en nuestro país, y por tanto contribuyó a la relativa oscuridad y al olvido de su firma entre nosotros. Otra perla encontrada en el ciberespacio recomendaba la lectura previa de Ludwig Wittgenstein para entenderlo mejor. Con semejantes antecedentes, aguardé hasta un período vacacional para abrirlo y disponer de mis facultades mentales completas para desentrañar la madeja.
Pero no me encontré lo que había anticipado: Harrison escribe con una claridad y economía notables, sin que uno necesite volver sobre la misma frase una y otra vez para aproximarse a un sentido. Tampoco el sentido global se me antoja críptico, aunque quizá aquí influyan mis maneras de leer: al igual que en una novela policíaca me interesa mucho más el ambiente de misterio que la explicación final, considero que Harrison ve los elementos omitidos, los “agujeros” deliberados de la trama, como parte integrante de una poética de lo inexplicado, como una actitud inevitable ante las preguntas que la vida ni contesta ni contestará.
Podría decirse que “El curso del Corazón” es una novela sobre el sentido de la vida, sobre las tentativas infructuosas para recuperar la aureola mágica de existir que parecía permanente en la infancia, sobre las frustraciones de la vida en pareja, sobre las ficciones con que tratamos de hacer soportable la decepción, y sobre la inevitabilidad de la muerte. También hay visiones místicas, criaturas sobrenaturales, rituales mágicos y una historia alternativa de Europa, pero entretejidos en una alquimia misteriosa con los sucesos “reales”, con la oscuridad implacable de una narración sincera que no desea consolar con mentiras.
Yaxley, un sórdido y cutre hechicero contemporáneo, otorga a los tres protagonistas de la novela, durante sus estudios en Cambridge, un vistazo a la Pleroma, una dimensión ideal donde todo es como debe ser y todas las potencialidades se cumplen. Como resultado de esta experiencia, sus vidas se convierten en pesadillas de insatisfacción, embrujadas por la presencia de criaturas escapadas de su epifanía que les recuerdan en todo momento que el universo no es como debería ser. Como antídoto, la pareja que contrajo matrimonio inventa el mito de “el Corazón”, especie de Santo Grial místico transmitido de padres a hijos, ausente de la historia que conocemos desde la caída de Jerusalén (lo que explicaría su carácter caótico, entrópico, falto de espiritualidad), cuya genealogía imaginaría ambos van trazando hasta que queda claro que la mujer, aquejada de un tumor maligno, no es otra que la última descendiente de aquel linaje. Así, una ficción consoladora deviene en crepúsculo, en despedida a un cúmulo de ilusiones. No obstante, los atributos del Corazón se manifiestan en un espíritu femenino elemental, verde como la naturaleza, entreverado de sugerencias vegetales y acuáticas, que posee sexualmente al narrador y que podría ser asimismo parte del vislumbre de lo ideal que se llevó consigo de Cambridge.
Ese condicional “podría” es parte indisoluble del modo de novelar de Harrison: son tan pocas las certidumbres ofertadas, son tantas las posibles interpretaciones, que la desilusión del lector acostumbrado a ver encajar todas las piezas se me antoja inevitable. La magia se mantiene en un intrigante segundo término: apenas llegamos a saber nada de la ceremonia con la que Yaxley pretende que un ejecutivo y su propia hija de 13 años cometan incesto. Sólo sabemos que el narrador consiente en participar como medio para conseguir respuestas existenciales, y que el hechizo falla, como falla el ritual, preparado de antemano, con que Yaxley pretende burlar a la muerte. La magia se cobra un precio despiadado, parece decirnos Harrison, y no todos los magos son siquiera capaces de volver del abismo vestidos de blanco, como Gandalf. El abismo se queda en nuestro interior, sin que haya manera de llenarlo.
Otro de los innumerables núcleos temáticos del breve pero denso relato (225 páginas pueden dar para muchísimo) es la penetración del misterio de la mujer, que ha de permanecer incognoscible. La fantasía del narrador sobre una mujer vegetal se remonta a comentarios escuchados de pequeño a su madre sobre “una mujer adulta”, donde el inglés “grown” aúna los significados de crecimiento finalizado pero también de cultivo; el culto de la madre a las heroínas emancipadas pero solitarias interpretadas por Glenda Jackson o Vanessa Redgrave sirve para conformar una imagen fugitiva del otro sexo. Al final, varias verdades ocultas sobre su propia esposa servirán para insinuar al lector imaginativo que los diversos misterios de la novela no conforman sino uno solo, visto desde diversos puntos de vista.
Así es M. John Harrison: sencillo de leer pero difícil de explicar. “El curso del Corazón” será el típico libro que en sucesivas relecturas revele iluminaciones distintas y contradictorias. Breve, intenso y repleto de detalles peculiares, su mirada oscura (los necios dirán “deprimente”) a aspectos incómodos de la existencia sólo es comparable al sentido de misterio a punto de revelarse pero siempre huidizo que el arte de Harrison sabe crear con medios potentes y sutiles. Los lectores que no deseen correr riesgos preferirán “La ciudad color pastel”, primera y extraordinaria entrega de la serie sobre la ciudad imaginaria de Viriconium, pero el resto de la producción de Harrison (incluyendo los episodios finales de la propia “Viriconium”) resuena con la advertencia susurrada de que ambientemos nuestras búsquedas legendarias y nuestras aventuras heroicas dentro de nuestra propia alma, un alma más parecida a una Jerusalén bombardeada de lo que estamos dispuestos a admitir.
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4 comentarios:
Muy bien vista la apreciación de que Harrison deja espacios vacíos en la narración que muy a menudo son lo más importante. En una de sus visitas a España, cuando le preguntaron por qué en su obra el ambiente es tan desagradable, vino a decir que buscaba hablar de valores positivos... señalándolos por su ausencia. Guau.
En cuanto al relativo olvido dela obra de Harrison, te sorprenderías. En Bibliópolis hemos editado cuatro libros suyos en los últimos años, y el que mejor se ha vendido con diferencia es _Luz_. De hecho, está entre los títulos de ciencia-ficción mejor vendidos de nuestra editorial (lo que tampoco es mucho, ojo: es difícil agotar una tirada con la cf). Y, lo más imporante, sigue teniendo ventas cada mes a los cuatro años de su publicación.
Es decir, que los datos indican que, al menos con ese libro, Harrison está llegando al público contemporáneo que lee cf. Que no es muy amplio, pero ése es otro problema diferente.
Por otro lado, sí que creo que Harrison debería tener la oportunidad de vender su obra menos clasificable sin etiquetas de género, y en algún momento esperamos hacer algo al respecto.
Me alegro de que Harrison esté funcionando mejor de lo que yo creía: es un gran autor, pero no es de los que lo ponen más fácil al público, sobre todo por su afición a contar verdades bastante incómodas.
A juzgar por el hecho de que la edición que tengo (aún sin leer) de "Luz" es una "mass market" de bolsillo, me da la impresión de que también ha sido un título popular en los países anglosajones.
¿Qué tal funcionaron los de "Viriconium"? Porque el primero es una fantasía heroica preciosista, pero el de "Una tormenta de alas" y el otro, son raros, raros.
Sí, en Estados Unidos la edición de bolsillo de _Luz_ reaparece cada poco en la lista de los más vendidos de Locus. Claramente, es un libro que en el mundo anglosajón se puso de moda, y que todavía suena como un título imprescindible que hay que leer. Además, es claramente la obra más accesible de Harrison (lo cual, desde luego, tampoco quiere decir que sea para todo el mundo), la ha recomendado gente muy influyente y le dieron el premio Tiptree, por lo que no es de extrañar que tenga muy buenas ventas en términos absolutos (mientras que en España, las tiene en términos relativos).
Los tres volúmenes de Viriconium no se han vendido tan bien en España, y contra lo que pudiera esperarse, tampoco el primero, _Caballeros de Viriconium_, el más primitivo y alejado de las profundidades en las que Harrison se mete luego.
Tampoco es de extrañar: después de todo, la secuencia de Viriconium consiste en un progresivo despojamiento de los elementos básicos de la fantasía épica. Primero caen los héroes, luego la búsqueda, finalmente la trama... y en algún momento tienen que desaparecer los lectores :)
Hablando más en serio, otra de las formas de entender la secuencia es que Harrison te lleva de la mano desde el mundo cómodo de las certidumbres de la fantasía comercial ("La Ciudad Pastel": personajes estereotipados, trama lineal, ausencia de referentes culturales... claro que, escrita por Harison, gana mucho) hasta el mundo complejo, incómodo y lleno de ocasiones para la perplejidad (y la fascinación) de la literatura contemporánea sin etiquetas ("En Viriconium": personajes de difícil cognoscibilidad, trama leve, referentes a puñados... y, desde luego, es claramente la mejor novela de las tres).
La culminación, "El viaje de un joven a Viriconium", es el último clavo en la condena del escapismo barato que, puede interpretarse, es una de las tesis principales del ciclo.
¿Fantasía de tesis? Y tanto. No me sorprende que se le considere un autor difícil, pero para mí está diciendo algunas de las cosas más importantes que pueden oírse en el discurso sobre lo fantástico.
Cuando leas _Luz_ no dejes de colgar un comentario; a pesar de la parafernalia futurista que facilita su asimilación, tiene tanta o más miga que sus otros libros. A este respecto, en Jabberwock 1 publicamos un artículo de Santiago L. Moreno que te recomiendo (y creo que en breve estará online en el blog Literatura en los Talones).
Otra manera de entender la serie de "Viriconium" sería un viaje lector desde la infancia hasta la madurez, o un muestrario de las posibilidades del fantástico, desde la fantasía épica del primer tomo hasta la literatura sin etiquetas del último, pasando por la CF, aunque se trate de una CF casi en plan "nouveau roman".
En todo caso es el típico libro que no se agota en una primera lectura, e incluso necesita varias para absorber todo lo que hay ahí.
Si hablamos de "autores difíciles", yo siempre he apostado por Gene Wolfe, que acostumbra a hacer malabarismos para ocultar el tipo de datos fundamentales que otros te exponen en el primer párrafo. Wolfe me parece un gran autor, pero le tengo un poco de miedo, porque si hay alguien que me deja con la impresión de no haberme fijado lo suficiente en lo que he leído y de haberme perdido el meollo de la cuestión, es él. Imagino que esto le habrá valido y le valdrá un número de odios.
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