No es muy corriente que la Muestra SyFy termine con su mejor
película. Quizá puedan defenderse las opciones de 2006, con “Sympathy for Lady
Vengeance”, o 2008, con “La niebla”, de Frank Darabont, pero por lo general se
busca cerrar el fin de semana con un título comercial y “marchoso”, de ahí que
hayamos incluso visto alguna secuela de “Underworld”. Que en 2015 hayamos
terminado con algo tan de arte y ensayo se lo debemos principalmente al cuerpecillo
serrano y lleno de curvas de Scarlett Johansson.
Puesto que no formo parte del club de fans de Scarlett, a
quien suelo considerar una especie de elegida de la fortuna sin muchos obvios
talentos que justifiquen dónde está, al menos supongo que, cuando le llegue el
turno a Anubis de pesar a ambos lados de la balanza lo bueno y lo malo que esta
chica hizo en vida, entre lo primero figurará en buen lugar haber ayudado a
financiar y vender una película tan inusual como “Under the skin”, extraño
ejemplo de una ciencia ficción cien por cien visual, que deja al espectador
interpretar lo que está viendo sin subrayar el significado de cada escena, y
que muestra un nivel de inventiva a nivel de plano como hacía tiempo que no se
veía en una pantalla (por ejemplo, solo en un plano se ve la luna llena, muy
pequeñita por encima del casco del motorista que sigue por todas partes a
Scarlett, pero ningún miembro del público quiso aplaudir, quizá por no deslucir
el magnífico encuadre… o, más probablemente, por no darse ni cuenta de que la
luna estaba allí; a veces, un solo plano puede servir como microcosmos de toda
una película).
El hecho de que Jonathan Glazer haya querido inscribirse en
la no muy nutrida tradición británica de narración poco convencional y
experimentos visuales dentro de un cine destinado a salas comerciales (Nicolas
Roeg, quizá Derek Jarman, Peter Greenaway y ¿quién más?) parece haber condenado
la película, pese a los desnudos de Johansson, a un prolongado purgatorio,
salvando, cómo no, Francia, donde “Cahiers” la catalogó entre lo mejor del año
pasado. Aquí en cambio, donde Boyero está ayudando a fomentar una cinefilia de
la impaciencia donde la mera sombra de complejidad o dificultad invoca
acusaciones de impostura y engaño, “Under the skin” continúa inédita en salas,
que son los únicos lugares donde una película realmente existe.
Los que tengan la suerte de verse hipnotizados por la
película desde sus extrañas imágenes iniciales se encontrarán con una retahíla
de hallazgos imposibles de asimilar en un único visionado, desde su
atrevimiento erótico hasta su innovadora música, pasando por un afán con pocos
precedentes de llenar la pantalla con sentido (es sintomático el plano en el
que la alienígena comehombres se ve confrontada con el hecho de la feminidad
humana: nunca había visto tantísimas sobreimpresiones juntas). El proverbial
aire ausente, algunos dirían que medio “colocado”, de Johansson la hace tal vez
la más adecuada para un personaje que está ahí pero sin estar, o quizá este
mejor dicho sin ser, en mitad de un despliegue de pirotecnia audiovisual
cimentado en una realidad por momentos muy sórdida y que desemboca en un brutal
desenlace que pone de manifiesto que ser humano es más difícil de lo que
parece, sobre todo cuando ni el propio homo sapiens parece llegar a
conseguirlo. Como se suele decir, un clásico instantáneo.
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