domingo, 2 de agosto de 2009

Archivos VHS: "Nathalie, el amor despierta" (1968)


Entendiendo el cine como una especie de museo de la excelencia artística, terminamos dejando fuera todas las películas cuyo interés está en otro lado, no tanto en sus buenos valores técnicos, literarios o interpretativos como en su condición de documentos de una época, de barómetros sociológicos. E incluso a veces sucede que suelen ser las películas coyunturales, explotativas, las que dicen más sobre la época en que se hicieron que las hechas para la posteridad, frecuentemente filmadas a través del prisma de un señor o señora muy raritos sin ninguna representatividad respecto a la gente de la calle.

Así, si uno quiere constatar mediante el cine el grado de avance de los franceses en cuanto al sexo a finales de los años 60, puede elegir entre ver “Masculin féminin” de Godard, que es una peli intelectual más divertida de lo que se cree, o puede ver “Nathalie, el amor despierta”, película de educación sexual realizada para la productora Eurocine, especialista en caspa europea del más variado pelaje, por Pierre Chevalier, un señor que seguramente pasará a la historia del cine por ese dudoso motivo que es “Orloff y el hombre invisible”, y que, según IMDB, aún está vivito y coleando, lo que le convertiría, a sus 94 años, en el gran decano del eurotrash por delante de gente como Jean Rollin o nuestro Jesús Franco.

La historia de una inocente jovencita cuyo novio la lleva a una fiesta de “hippies” donde se le administra LSD, se acuesta bajo sus efectos con un número indeterminado de chicos y termina embarazada, está planteada en teoría para ilustrar la siguiente moraleja: la culpa es toda de los padres por no instruir a sus pobres hijas sobre lo que las espera por no tomar precauciones. De ahí que el tramo final se componga principalmente de la conferencia de un médico sobre la fecundación y el embarazo (de donde la mecánica de la penetración está totalmente ausente, será que todas las niñas ya conocen ese dato) para desembocar en el cambio de blanco y negro a color y la secuencia de un parto real.

Es bastante curioso ver este tipo de películas, porque uno no sabe a ciencia cierta cuál es la moral que las anima. Hablando como hablamos de Eurocine, supongo que los hermanos Lesoeur no producían celuloide por amor al arte o por filantropía, sino más bien captando temas controvertidos del momento, de los que causaban alarma social, y explotándolos a fondo con la coartada de la prevención de un mal. No en balde Eurocine produjo, también bajo la dirección de Chevalier, títulos como “Aborto clandestino” o “Violación, la vergüenza callada”, ya en una vena setentera más agresiva y, supongo, sin la candidez que se desprende de “Nathalie”.

Las tribulaciones de Elsa, la protagonista, están rodadas, por así decirlo, con la versión bressoniana del género exploitation, quizá por una cierta vocación “familiar” que se habría roto con desmadres a lo Russ Meyer. Por ejemplo, la escena de la orgía “hippie”, la manera en que el novio de la chica entabla relaciones, ante sus ojos furibundos, con una de las chicas presentes y luego con otra, muestra una frialdad digna de Antonioni, así como el momento en que ella abre la puerta del cuarto donde él se ha metido con una de ellas, su reacción sin contraplano y su resignación a dejarse llevar por el alcohol y liarse por despecho con el chaval más cercano. Eso por no hablar de la elipsis en que, sobre el fondo musical del pasaje rayado de un disco de jazz, vemos en fundido encadenado como una vela bastante larga arde hasta su final. Todo lo cual parece reflejar la idea que los adultos reaccionarios tenían sobre los “hippies” de la época, que, bueno, si nos fiamos de lo plasmado en la peli, tampoco tienen una pinta exagerada de hippies, quizá con la excepción de un gordito con patillas, camisa floreada y gafas de pasta. ¿O no sería más bien un beatnik? Lo veo muy anclado en los 50, a Chevalier.

De lo que se trata a continuación es de que, tras el percance de Elsa, no se repita la misma situación con su hermana pequeña, Nathalie, justamente entrada en la peligrosa adolescencia, con lo cual se la recluta para las conferencias del médico y para la película en color del parto, tal vez con la esperanza de que, asustada por la guarrería biológica y el dolor del alumbramiento, la chavala no se acerque a un mienbro del otro sexo en muchísimo tiempo. Luego los padres debaten, el padre defiende los valores tradicionales y se plantea echar a su hija de casa, propuesta que la familia rechaza en pleno (ah, qué gran papel hubiera sido éste para Louis de Funès), pero aun así el patriarca, en conversación con su aún más reticente amigo Étienne, no parece admitir que los tiempos han cambiado.

Aunque sí Nathalie, quien, en un giro mas bien sorprendente, decide usar sus armas de Lolita para poner cachondo a Étienne y ver si sus principios morales son tan firmes como él sostiene. Tras imaginar varias estrategias de seducción, Nathalie opta por las más directa: pregunta al amigo de su padre si la quiere ver con su nuevo vestido, y, ante la respuesta afirmativa y para ahorrar tiempo, se cambia delante de él e, insatisfecha con cómo le queda por delante, se saca el sujetador. Étienne, claro esta, cae rendido al morbo de la yogurina y le propone verse fuera, pero la chica, satisfecha al haber comprobado la hipocresía de los adultos, ignora su propuesta y se marcha. Tras lo cual Étienne se abalanza sobre el sujetador abandonado y lo guarda bajo su chaqueta en plan pieza de coleccionista. Yo no entiendo muy bien esta escena, porque, aunque se puede leer como una crítica a los adultos que practican en privado lo mismo que condenan en público, también se podría entender como una demostración de que, cuando impartes demasiada educación sexual a una jovencita, corres el riesgo de convertirla en una golfa precoz. Si la pavisosa de su hermana Elsa, que no tenía ni puñetera idea de nada, terminó en la cama con al menos dos “hippies” enfebrecidos, vaya usted a saber qué terminará haciendo Nathalie, que dio sus primeros pasos poniendo burro a un cincuentón amigo de su padre. Aunque bueno, si consideramos que al menos no se quedará embarazada por ignorancia, ya hemos ganado algo.

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