1 – Se le considera el epítome del egocentrismo y clasismo
de los maestros orquestales (bien conocida es la anécdota del filarmónico
berlinés quejándose de que hubiese dos servicios para la orquesta, uno
exclusivo para Karajan y otro “para el resto de los hijos de puta”).
2 – Para muchos simboliza el derechismo alemán superviviente
de la época hitleriana (no es que hubiese tenido un carnet del partido nazi,
es que tuvo dos: el alemán y el austriaco).
3 – Los forofos de la interpretación HIP consideran que todo
lo que pasaba por su batuta terminaba sonando a Wagner ( y no digo ya si ponía sus manos en el sacrosanto barroco).
4 – Los detractores del “gran repertorio” piensan que
fosilizó la lista de obras que se suelen interpretar, centrándola de modo
nacionalista en la música alemana y austriaca.
5 – Se le reprocha hacer poco caso a los clásicos del siglo
XX (salvando su discutido álbum Schoenberg-Berg-Webern… y dos sinfonías de
Honegger).
6 – Se ridiculiza su puesta en escena solemne, cimentada en
sus colaboraciones fílmicas con Henri-Georges Clouzot, donde nació la peculiar
iconografía del director que ¡no mira a los músicos!
7 – Los buscadores de la verdad artística dicen que para él
lograr un sonido bonito pasaba por encima de cualquier otra consideración.
8 – Es visto como el gran pionero de la mercadotecnia en la
música clásica, vendiendo discos básicamente a base de un nombre y una foto.
9 – Los elitistas de pro, que desearían que la música
clásica fuera privilegio de unos pocos, le tienen rencor por haber llenado las
estanterías del populacho de sinfonías de Beethoven.
10 – Los miembros de la Filarmónica de Berlín se veían
obligados a reírle, durante los ensayos, sus chistes malos sobre Willy Brandt.
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