sábado, 6 de agosto de 2022

530: XVIII Muestra SyFy: Lo que pudo haber sido y lo que nunca fue



Uno de los títulos que más me ilusionaban de la Muestra era “Inexorable”, porque suponía el regreso al cartel del evento de un cineasta, Fabrice du Welz, que firmó uno de los títulos más emblemáticos y controvertidos de la etapa en el Palafox, “Vinyan”, y ha tenido una trayectoria posterior mayormente olvidada por la distribución convencional y por las plataformas. Dado que tanto la citada “Vinyan” como su debut en el largo “Calvaire” no escatimaban en pretensiones de hacer algo artístico y diferente, pensé que “Inexorable” tenía todas las papeletas para ser el hito “autoral” de esta Muestra.

Sin embargo, lo que nos encontramos fue un ejercicio de estilo que trataba de dar un toque personal a motivos ya muy vistos en el cine. Un poco de niñera maligna, un poco de invasión doméstica, e incluso el muy usado recurso del escritor superventas que en realidad plagió la obra que lo catapultó al estrellato (el mundo francófono parece fascinado por lo que yo llamo el “thriller literario”, para muestras “El hombre perfecto”, de Yann Gozlan, o, en una vena relacionada pero menos orientada al suspense, “La biblioteca de los libros olvidados”, con Fabrice Luchini).

Salvando algunos atrevimientos formales que me hacen pensar en cuando Godard componía sus planos en base a los colores de la bandera de Francia, pero aquí en versión más sucia y distorsionada, “Inexorable” me dejó una impresión muy convencional, apuntando muchos posibles caminos (entre ellos la rebeldía precoz de la hija a ritmo de rock o la herencia del fascismo belga en la familia en la que ingresa el escritor por matrimonio) pero se me queda en un híbrido de cosas ya vistas en el que al menos destaca Alba Gaïa Bellugi, a quien admiré como actriz infantil en “Je m’appelle Élizabeth”, película de 2006 basada en una novela de Anne Wiazemsky y uno de mis títulos de culto personales que nadie más parece haber visto. Un par de meses después, “Inexorable” se estrena en la plataforma Movistar +, mientras que dos películas anteriores de Du Welz, “Alleluia” y “Adoration”, de apariencia mucho más arriesgada, no hay donde verlas, si le hacemos caso a Just Watch. Otro ejemplo de los caminos que se abren y se cierran a los cineastas en el panorama de ahora.



Pero al menos en “Inexorable” había un director que ha hecho cosas de interés, actores como Benoît Poelvoorde y un buen pulso tras la cámara. En cambio, “Sky sharks” tenía apenas una frase, “Tiburones voladores montados por zombis nazis”, que bastó para financiar la película y hacerla programar a las 8 de la tarde como un producto a priori ideal para la Muestra. Como tráiler sería genial: los tiburones nazis de marras asaltan un avión de pasajeros y se cargan a todo el mundo con abundante “gore” e infinidad de pechos femeninos descubiertos que, quién lo iba a decir hace apenas 10 años, vuelven a ser algo controvertido, como en los años 50 o 60, y que aquí están para provocar o porque el realizador alemán Marc Fehse echa de menos no haber vivido en los tiempos de Russ Meyer (aunque Meyer no era solo mujeres de grandes pechos: las secuencias de montaje vertiginoso con las que sorprendía este cineasta no están al alcance de todo el mundo).

Consultaría Wikipedia para refrescar en mi mente la sinopsis, pero no lo necesito, porque es básicamente la escena del ataque al avión, que si hubiese sido un corto nos habría encantado a todos, una hora y pico de exposición aclarando el origen de lo que hemos visto (si es que hacía falta), otro ataque a otro avión exactamente igual, y la promesa de una continuación. “Sky sharks” es uno de los mejores ejemplos que se me ocurren de cómo una idea delirante es suficiente para que miles de desconocidos ayuden a financiar una película mediante “crowdfunding” y de cómo esa idea no basta para armar un discurso narrativo porque básicamente no hay nada más, solo detritos de sesiones de videoclub (hay como media hora de reloj de un homenaje al subgénero “Rambo” que me apuesto lo que sea a que en la propuesta original no aparecía) y un gamberrismo bastante inocuo que cree descubrir la pólvora ironizando con que el emergente superpoder estadounidense hizo sus componendas con lo que quedaba del III Reich.

La película, en su secuencia inicial, se permite incluso crear los típicos personajes delirantes de serie B a los que esperamos ver combatir la amenaza de los tiburones (con ideas, como la de un cura ex pandillero, digamos que un poquito inspiradas en “Abierto hasta el amanecer”) para hacer un gesto que se quiere anticonvencional matándolos a todos en los cinco minutos siguientes. Y no faltan subtramas que se abren para nunca ser retomadas de nuevo, pero claro, le dirás al director de “Sky sharks” que ha engañado al público y a los productores y se ha inventado la película sobre la marcha sin mucha o sin ninguna inspiración más allá de las imágenes que puedan aparecer en un tráiler, y te contestará orgulloso que él no ha engañado a nadie porque prometió tiburones voladores montados por zombis nazis y eso fue exactamente lo que ha dado. Y lo mejor de todo es que tendrá razón.

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