jueves, 14 de abril de 2011
"Yellow Blue Tibia" de Adam Roberts
Mal que le pese a la vieja guardia ortodoxa del hard, la mayor esperanza de la CF para incorporarse a las corrientes principales de la literaura pasa por verla como un mecanismo de distanciamiento absurdista respecto de la realidad. Esa es la razón principal por la que casi todas las obras de Philip K. Dick, incluso las más insignificantes, permanecen en el catálogo, mientras que carreras enteras comprometidas con la especulación futurista "verosímil" duermen el sueño de los justos.
Por otro lado, el lector no especializado en estos subgéneros suele tener problema en dar por sentado un universo cien por cien imaginario. Comienzos como el de "Crónicas del Multiverso", de Víctor Conde, que en su primera frase da por supuesta la coexistencia entre mil y un razas alienígenas al mejor estilo de "Star Wars", son imposibles de aceptar para más de uno.
Adam Roberts tiene en cuenta todo esto y plantea una intriga de CF cimentada en el "mundo real" (la URSS entre los años 40 y las vísperas de la perestroika), que trata de conciliar las expectativas de un público más friki (ese plan de Stalin para unir al pueblo soviético contra un quimérico enemigo alienígena, y que no por imaginario deja de cumplirse gradualmente, es puro Ozymandias) con las de un lector más tradicional (se ve un esfuerzo en dotar de idiosincrasia al personaje narrador, el componente de humor, en su vertiente más británica, sardónica y "carapalo" es tan elevado como cabría esperar de un autor que hizo su nombre a base de parodias, e incluso la historia de amor se sale de los estereotipos y posee relevancia en la trama). Se busca incluso un término medio, viendo la propia CF, escrita por el protagonista y por los compañeros que pergeñaron el plan original, como una bonita metáfora de la búsqueda del cambio, del idealismo ingenuo en mitad de un mundo real absurdo e indiferente.
El desenlace es la apuesta más arriesgada: a medida que los sucesos se van haciendo menos creíbles (el protagonista sobrevive a la explosión del reactor nuclear de Chernobyl, la protagonista sale indemne tras recibir varios disparos, versiones contradictorias de la realidad se solapan una y otra vez), Roberts confía en que el público "de fuera" no abandone el barco en aras de un presunto surrealismo literario, a la vez que prepara el terreno para la explicación "lógica", basada en una aplicación sui generis de la física cuántica, que el público de la CF canónica desea, aunque algunos lectores "de letras" sean incapaces de entenderla.
Estas estrategias de conciliación entre diferentes lectores potenciales seguramente sean vistos por los más fandomitas como bajadas de pantalones en toda regla. En lo que a un servidor concierne, siempre ha pensado que buscar lo que le separa de los demás antes de lo que le une a ellos supone uno de los principales defectos de su carácter. En cambio, a nivel de grupúsculos de aficionados a la literatura o al cine de género, maneras semejantes de pensar suelen convertirse en rasgos de orgullo. Por desgracia.
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