Alivia un poco ver a Oshima cerrando su carrera con una
película más “suya” que las demás del último periodo, aunque comparta varios de
sus núcleos temáticos: la marcialidad japonesa como síntoma de homosexualidad
mal asumida o el supuesto poder destructor del deseo. Parece irreverente retratar
a los famosos Shinsengumi como un nido de pasiones gays reprimidas, pero ahí no
descubrió Oshima la pólvora: vean si no el anime “Peace Maker Kurogane”, donde
se da por hecho que Hijikata y Okita eran amantes. Una lástima que la historia
no esté mejor contada (el personaje de Asano, el supuesto amante de Sozaburo,
desaparece de la trama para no volver hasta el clímax) pero regocija que el
contestatario Oshima finalice su filmografía con la imagen de Kitano cercenando
de un katanazo uno de los símbolos oficiosos del Japón: el cerezo en flor.
No marigolds in the Promised Land: There's a hole in the ground where they used to grow.
martes, 31 de diciembre de 2013
"Max mon amour" (1986): Un amante muy mono
La peli que cerró de raíz el prometedor ciclo de
coproducciones internacionales de Oshima. Especie de homenaje a Buñuel con
varios de sus colaboradores, ambientado en un París cosmopolita de
intelectuales y diplomáticos, “Max, mi amor” demuestra varias cosas. Primero,
que la relación amor-odio de Oshima con Japón tenía más de lo primero, porque
su única obra carente de elementos japoneses es también, y con diferencia, la
peor. Segundo, que su aptitud para la comedia ligera tiraba a lo mínimo. Tercero,
que la identidad autoral del nuevo Oshima como cantor del deseo prohibido fue
flacamente servida por una idea que parece fruto de una borrachera nocturna pero
siguió pareciendo buena a la mañana siguiente. ¿Charlotte Rampling haciéndose
arrumacos con un tipo disfrazado de mono? ¿Nadie pensó en que podían pasar 13
años hasta que se le dejara rodar de nuevo?
"Merry Christmas, Mr, Lawrence" (1983): Amar al enemigo
Ambiciosa coproducción internacional posibilitada por la
notoriedad de “El imperio de los sentidos”, “Mr. Lawrence” plantea la
reconciliación post-bélica entre Japón y los aliados de manera curiosa: el alto
mando nipón llegó a cotas de fanatismo enfermizo a base de sublimar su
homosexualidad narcisista, pero el japonés llano, vulgar y borrachín,
simbolizado por Kitano, tiene un buen corazón bajo su exterior cabroncete y un
pelín sádico. Oshima parece ponerse en la piel del ex enemigo al ver en las
novatadas de un colegio inglés un cierto parentesco con la crueldad social japonesa,
y es todo un detalle por parte del Bowie actor el saber cantar mal si lo pide
el guión. Pero el comandante británico parece de parodia, y da pena que el
cineasta fascinado de siempre por las mujeres se ganara una reputación “queer”
a causa de esta peli.
lunes, 30 de diciembre de 2013
"Ai no borei" (1978): El pozo insondable del deseo
Tras ver completo el ciclo Oshima, pienso que “Ai no korida”
es su última película realmente buena, y que lo posterior no pasa de interesante.
Y eso que “El imperio de la pasión” solía encantarme, con su romance
transgresor y criminal condenado al desastre en un intransigente ambiente
campesino. Ahora creo que Oshima renuncia a su credo anterior jugando las bazas
del exotismo y la brillantez estética, que, en contradicción del guión, solo
hay tres años de diferencia entre Tatsuya Fuji y Kazuko Yoshiyuki, quien, pese
a su indudable belleza, derrapa fatalmente como actriz dramática; que la
dimensión política, centrada en el impresentable policía, peca de pueril, y que
el tormento final de los dos amantes está incompetentemente plasmado. Los
elementos sobrenaturales parecen tomados de Kaneto Shindo, pero he de confesar
que la resignación del fantasma del marido me llega.
"Ai no korida" (1976): La corrida de toros del amor
Mis hermanos no saben quiénes son Ozu o Mizoguchi, y
Kurosawa les suena vagamente, pero todos han visto “El imperio de los sentidos”,
película aún discutida (para unos, valiente exploración de los límites de la
sexualidad; para otros, explotación consciente y calculada de la nueva
permisividad setentera) y francamente poco erótica, quizá por rupturismo
artístico, quizá por la frialdad intelectual de Oshima. Curiosa tanta
explicitud en un cineasta que siempre fue oblicuo, y apenas dos o tres
secuencias recuerdan a sus obras anteriores, pero al menos vuelven la densidad
temática y la multiplicidad de interpretaciones. El sexo desatado sería la vía
de escape tanto de una mujer oprimida como de un hombre abocado a seguir la ola
militarista de su sociedad, pero en la práctica un par de planos detalle hacen
olvidar a muchos que se les transmiten unas ideas.
"Natsu no imoto" (1972) : Mi hermana, mi amor
Segunda parte de lo que llamo “el díptico del incesto”, pero
esta vez en clave de inesperada comedia veraniega. El regreso al simbolismo tal
vez se debe a tratar otro asunto “sensible”, la devolución a Japón de Okinawa,
y quizá Oshima consideró mejor tratar el asunto como la reunión playera entre
dos chicos jóvenes y guapos, cuya unión debía ir más allá de lo estrictamente
fraterno para poder sentar unas bases sólidas de futuro (después de todo, el
archipélago japonés tiene su origen mitológico en la unión carnal entre Izanagi
e Izanami, que eran hermano y hermana). Película extrañamente amable y luminosa
para ser de Oshima, desplegada al lánguido son jazzero del Fender Rhodes de
Takemitsu, con las preciosas Hiromi Kurita y Lily, y los habituales Rokko Toura
y Taiyi Tonoyama dirimiendo la reconciliación a bordo de una barca zozobrante.
"Gishiki" (1971): El gran teatro de la sociedad
Tras la muerte, el renacimiento, pero, como el Sherlock
Holmes vuelto de las cataratas, podría argumentarse que ya no era el mismo. Desde
1971, tenemos a un Oshima “depurado”, preocupado por dejar siempre clarísimo su
mensaje (quizá por dirigirse mayormente a un público extranjero dados sus
contratiempos en Japón) y adoptando muchos modos estéticos, típicos del cine de
su país, hasta entonces repudiados. “La ceremonia” recuerda en muchos aspectos
a “Noche y niebla…”, utilizando toda la puesta en escena suntuosa del “viejo
cine”, pero pervirtiendo temáticamente su folklorismo plástico, mediante
escenas de violaciones, incesto y abusos varios que vienen a simbolizar de
manera bastante obvia la corrupción inherente a unas estructuras sociales
heredadas de un feudalismo inmemorial. Desaparece el entretenimiento
intelectual de extraer un significado fugitivo, pero la estructura en flashbacks
y el pulso firme mantienen muy bien el visionado.
domingo, 29 de diciembre de 2013
"Tokyo senso sengo hiwa" (1970): La cámara como arma suicida
La joya oculta de Oshima, a la par que una suerte de testamento
y exorcismo personal. Con su aire underground, punteos psicodélicos cortesía de
Takemitsu, anticipaciones de Lynch o incluso de Haneke, “Murió después de la
guerra” solo parece previsible vista en 2013, pero no debió de parecerlo en el
ya lejano 1970. Un cineasta político, fracasado en sus empeños, recoge una
cámara de manos de un hombre que se había suicidado arrojándose desde un
edificio. Constatando que la película contiene solo imágenes de calles vacías
en las que no sucede nada, se empeña en volverlas a rodar en los mismos
escenarios, donde comienza a aflorar toda la violencia social y sexual que
bulle bajo una superficie plácida… pero que el cine, a pesar de sus esfuerzos,
no logra captar. Hay una cierta desesperación, un aroma crepuscular, de alucinante
despedida.
"Shonen" (1969): La infancia traicionada
Oshima siempre tuvo un fondo frío e intelectual que le hizo
despreciar ese melodramatismo que parece innato en Japón, donde se tiene tanto
la fama de reprimir las emociones que parece lógico liberarlas en la ficción.
Quizá por eso “El muchacho” no tiene la fama que a nuestro juicio debería:
peripecia de un niño explotado por sus padres para empujarlo delante de los
coches, fingir accidentes habiéndolo lesionado de antemano, y chantajear a los
incautos conductores para alejar el asunto de la policía, la película es
serena, depurada, con poco diálogo, y parece reeditar los trapicheos juveniles
de “Historia cruel de juventud”, con el agravante de que la jovencísima
generación se ve obligada a delinquir por los antiguos rebeldes ya creciditos,
en lugar de decidir por ella misma. Posiblemente sobra la moraleja final, pero
el itinerario fascina, el recuerdo perdura.
"Shinjuku dorobo nikki" (1969): Wilhelm Reich en Tokio
Peculiar aportación nipona al sesentayochismo, y uno de los
contados ejemplos que podrían justificar llamar a Oshima “Godard de Oriente”, “Diario
de un ladrón de Shinjuku” cae bien por la misma razón que cae bien Makavejev:
por su fe en la energía sexual, que hace de nuestra libido una bomba terrorista
en potencia. El ladrón epónimo roba libros para excitarse, pero ni siquiera una
monisima librera es capaz de llevarlo al orgasmo. Mientras, suena obsesivamente
la canción “Un pueblo llamado Alí Babá”, de un gordito con melenas llamado Juro
Kara, que mete a los chicos en su grupo de teatro que mezcla leyendas
ancestrales con performance provocadora. Los actores habituales de Oshima
hablan de sexo y, cuando por fin la pareja logra consumar su amor, su fuego
contagia a las masas oprimidas de Shinjuku, que asaltan y queman una comisaría.
sábado, 28 de diciembre de 2013
"Kaette kita yopparai" (1968): Atrapados en la espiral del prejuicio
Una herida en la que Oshima hurgó con frecuencia, desde
su corto “El diario de Yunbogi”, fue la conflictiva relación entre Corea y
Japón. Aun hoy, un Chan-Wook Park afirma que “no hay que perdonar a los
japoneses”, y los descendientes de quienes llegaron de la península vecina
siguen teniendo mucho que contar. Pero Oshima no reivindicó la igualdad entre
ambos pueblos con realismo social, sino con una enloquecida comedia del absurdo
en la que los mismos personajes viven las mismas peripecias dos veces y, pese a
ser conscientes de ello en la segunda vuelta, no pueden evitar que ciertas
situaciones se reproduzcan. Se cuenta que la repetición deliberada de escenas lleva
45 años provocando quejas al proyeccionista por parte de los espectadores, entre
los cuales, dado que me negaba a leer las sinopsis “spoileadoras” de Filmoteca,
he de incluirme.
"Koshikei" (1968): La realidad pende de una soga
Cuando Oshima comenzó a hacer películas con un mensaje
inequívoco, su cine fue perdiendo parte de misterio, aunque aún hubo una etapa
intermedia en la que el mensaje “directo” era objeto de tratamientos de una
originalidad flipante. Es lo que pasa con “El ahorcamiento”: combatiendo la
pena de muerte, no se opta por la vía fácil de humanizar al reo, sino por
concentrarse en el carácter ritual y teatral de la ejecución, al servicio de
una ficción justiciera, para ir creando una serie de simulaciones que
construyen capas cada vez más densas de irrealidad. ¿El sentenciado no muere?
Hay que hacerle revivir el crimen para que sienta su culpa, con generosas dosis
de racismo anti-coreano, en una representación burlesca. Al final, todos
terminan viendo visiones, prisioneros de la falsedad, y el ajusticiamiento se
reanuda, pero sin su elemento más importante.
"Muri shinju: Nihon no natsu" (1967): Armas en el corazón
Una chica de opulentas formas busca infructuosamente sexo
con cualquier hombre. Conocerá a un inquietante extraño en cuya compañía
rellena dos siluetas de amantes muertos que alguien trazó sobre una carretera.
En medio de un desierto reseco, hay otra silueta humana, de apariencia
ancestral. El grupo al que se han unido los protagonistas excava en la zona de
su corazón y saca una caja llena de fusiles. En el tórrido verano, todos
piensan en matar, por una razón u otra o por ninguna, y por una vez unos japoneses
pueden identificarse con un gaijin, si se trata de un francotirador
indiscriminado. Lo que algunos tienen por el momento más “críptico” de Oshima
es francamente cañero para ser una peli de arte y ensayo, claustrofóbica y
densa pero de una fuerza conceptual notable, “de culto” antes de que el término
existiera.
viernes, 27 de diciembre de 2013
"Ninja bugei-cho" (1967): La revolución en un tebeo
Escribir sin Google y sin Wikipedia le quita a uno pátina de
erudición, pero mejor: así solo me queda especular sobre por qué Oshima quiso
trasladar a la gran pantalla un manga de ninjas sin color ni animación, aunque
con un uso teatral de las voces y un sentido del montaje de cuadros fijos que
no dista tampoco tanto del anime puro y duro. No da la impresión de que se dé
una visión distanciada o irónica del medio: pese a que, en la no muy posterior “Shonen”,
el manga sea un ingrediente esencial en el mundo escapista del chavalín
zarandeado por las circunstancias, Oshima parece ver en esta historía de héroes
y magos un arte primitivo donde perviven las ansias de rebeldía y justicia de
las clases populares, y donde las revueltas, aunque acaben en lágrimas, dejan
horizontes esperanzadores.
jueves, 26 de diciembre de 2013
"Nihon shunka-ko" (1967): Cántame canciones guarras
La película que para mí resume la aportación al cine de
Nagisa Oshima. Comentario social ácido sobre Japón y su historia; reflexión
política sin doctrina que partiendo de la futilidad de una revuelta ve en el
sexo canalla y la violencia sin sentido la válvula de escape de los pisoteados;
violentamiento de la dramaturgia “realista” en aras de expresar con más viveza
un concepto; mezcla sesentera de estética pop y provocación temática (los
cuatro estudiantes recuerdan a los Beatles; las violaciones oníricas se
anticipan a “La naranja mecánica”). Ese leitmotiv obsesivo de la canción
erótica busca recuperar un Japón profundo, popular, lejano del folklore
aristocrático del jidai geki, pero queda por decidir si las fuerzas convocadas
por ella son constructivas y destructivas, dentro de una filosofía de cine de
autor denso, exigente con el espectador, que no da respuestas fáciles.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
"Hakuchu no torima" (1966): Las uñas del asesino
“Violencia a pleno sol” es una película bastante
imprevisible: pasa de ser una película de psicópatas con la policía en los
talones a una extraña parábola política sobre la relación entre sexo y poder en
una cooperativa agrícola que algunos relacionan con la China de Mao, para
finalizar como un extraño triángulo amoroso entre el asesino y sus dos mujeres
con unas ramificaciones psicológicas completamente ajenas a los tópicos que el
cine suele servirnos. Es un relato que desafía sinopsis y que ejemplifica de
maravilla el cine de autor según Oshima: denso, rico en ideas y difícil de
reducir a una explicación sencilla, aparte de abundar en elementos polémicos
presentados no al estilo chillón y sensacionalista de un Miike, sino sometidos
a una disciplina intelectual tal vez fría pero capaz de inspirar mil
sugerencias. Kei Sato, el protagonista, muy inquietante.
martes, 24 de diciembre de 2013
"Etsuraku" (1965): Proposiciones indecentes
El daño que hace la fama: los comentaristas, defraudados
ante una peli de Oshima llamada “Los placeres de la carne” deploran de manera
unánime su ausencia de sexo explícito, pero no atinan en que, si bien no se
pueden expresar de modo cabal la laxitud y el hastío de ver satisfechas absolutamente todas las
apetencias gracias al dinero (aunque gran culpa tiene también el sosainas del
actor protagonista), también es cierto que teniendo porno no se hubiese
necesitado crear ese estilo elíptico y enigmático, ese juego con los encuadres
que hace de esta película una de las más satisfactorias de su autor como
estética y narrativa. El amor loco que pone en marcha el argumento (encapsulado
en el inolvidable plano de la novia iluminada corriendo por una pantalla oscura)
toma derroteros de cine negro y desemboca en un gran sarcasmo.
sábado, 21 de diciembre de 2013
"Amakusa Shiro Tokisada" (1962): Cristiano y rebelde
Me cansa a veces el jidai geki porque me parece la vía fácil
del cine nipón para venderse en Occidente, ofreciendo un pintoresquismo
superficial ligero en mensaje. Por eso me extrañaba la existencia de un drama
de época de Oshima, rodado justo antes de su mejor época, sobre las revueltas
cristianas del siglo XVII. El fracaso de las revoluciones es un tema muy suyo,
pero su plasmación por alguien que decía detestar el cine clásico de su país
revela una extraña desgana, unos interminables planos secuencia como los de
“Noche y niebla…” pero sin movimientos de cámara, como si abriéramos una
ventana al pasado y diera igual que el protagonista hablara tras una columna.
Lo mejor tal vez sea el personaje del pintor obligado a pintar violencia y
crueldad y luego obsesionado por ella, que parece sacado de Ryunosuke
Akutagawa.
jueves, 19 de diciembre de 2013
"Shiiku" (1961): Qué hacer con un alienígena
Dicen que Nagisa Oshima no tiene continuadores en el cine
japonés por insistir en tratar temas incómodos. En ese sentido, “Shiiku” es
ejemplar, pues propone una visión de Japón durante la II Guerra Mundial en la
cual el pueblo llano no solo no fue un cómplice inocente y manipulado de las
jerarquías, sino que vio en el conflicto una oportunidad para hacer aflorar
instintos rapaces y para dotar de coartada a crímenes que en la paz se habrían
quedado en proyectos inconfesables. Hay una incomodidad en el propio corazón de
la película: el aviador negro prisionero es tratado por el propio cineasta como
objeto, como metáfora de la otredad, y se desplaza la atención a los habitantes
de ese pueblo cuyo cacique luce unos significativos rapado proto-punki y
bigotín hitleriano. Unas ochenta veces mejor que “Feliz Navidad, Mr. Lawrence”.
lunes, 16 de diciembre de 2013
"Nihon no yoru to kiri" (1960): Perdidos en las brumas
Oshima se adelantó a su tiempo: mientras en Europa Godard exaltaba
las virtudes como cocinero de Mao, él ya denunciaba los modos totalitarios de
la izquierda. “Noche y niebla en Japón”, título tomado de Alain Resnais, rompía
con las convenciones del entretenimiento para ofrecer un espacio de discurso y
reflexión y ayudó a inaugurar el cine “de autor” a la japonesa. El escenario es
una boda simétrica y majestuosa, de estética rota por panorámicas
temblequeantes que socavan, como los visitantes inoportunos al evento, los
cimientos de una mentira. Hay un militante muerto o desaparecido; los
flashbacks revelan mentiras y adulterios; el salón de bodas, gracias a juegos
teatrales de luz, deviene manifestación callejera. Hay más ensayo que arte,
pero esta peli ardua deja un poso interesante. La Shochiku la vio capaz de
desencadenar el asesinato del líder comunista Inejiro Asanuma.
sábado, 14 de diciembre de 2013
"Taiyo no hakaba" (1960): El Imperio del Sol Poniente
viernes, 6 de diciembre de 2013
"Seishun zankoku manogatari" (1960): Juventud a la intemperie
Oriente es fatalista, de ahí que las visiones políticas de
Oshima siempre partan del fracaso. “Historia cruel de juventud” parece
argumentar que, tras el fracaso de las revueltas estudiantiles de los 60, a los
jóvenes solo les quedaban la amoralidad y el crimen. Una peli bastante más
canalla que las equivalentes de otros países en la época (Oshima parecía muy
orgulloso de la secuencia en que el chico tira al agua a la chica que no sabe
nadar y solo accede a salvarla a cambio de sexo, pues la incluyó en su documental
sobre el cine japonés), si bien no escapa del todo al moralismo con ese
tremebundo final. No entiendo que algunos se anclen en los jidai geki de
Kurosawa y rechacen historias del Japón contemporáneo: ¿jovencitas perversas
calentando y coaccionando con sus novios a hombres ricos y maduros?