martes, 4 de diciembre de 2012

Mis prejuicios: Las corbatas



Actualizar a diario se paga caro. Mi diablillo me lo reprocha pero lo desoigo: como objeto de inquina, las corbatas son un blanco fácil, sea como torpe rima visual de un pene de imposible erección constreñido por los códigos sociales, sea como la lengua de la individualidad forzada hacia fuera tras un largo y agónico estrangulamiento.

Habría preferido defender una prenda impopular afectando un discurso provocador que, partiendo del dandismo y Oscar Wilde, desembocara en el sex appeal de los uniformes nazis diseñados por Hugo Boss. Podría haber exaltado la posibilidad de insertar un fogonazo iconoclasta, en forma de girasoles de van Gogh o bailarinas del Moulin Rouge (el truco es recurrir al canon del arte) en mitad de un exterior formal y anónimo.

Pero uno no puede evitar ser previsible y así contradecir su rechazo teórico a lo uniforme.

No hay comentarios: