Toda muestra de cine fantástico tiene sus misterios, y no
solo referentes al argumento de sus películas. Sería sumamente instructivo, por
ejemplo, saber qué cúmulo de circunstancias llevó a que se proyectasen
determinadas películas y no otras. ¿Intercambio de favores, tal vez?
¿Negociaciones draconianas de según qué distribuidores? ¿Agotamiento súbito del
presupuesto de compra de derechos y obligación de adoptar soluciones
desesperadas? Lo único que sé es que los fieles espectadores determinados a
llegar hasta el final nos vimos recompensados en la madrugada del sábado con
“Crazy bitches”.
El título es bueno, eso sí. No es lo que la gente cree que
es, pero es bueno. Es una especie de exabrupto misógino en plan “Qué locas
están las tías”. El hecho de que la peli la dirigiera una mujer hacía esperar
al menos que fuese un delirio feminista radical en plan gore, pero por
desgracia nos encontramos con una comedia de pretensiones ácidas sobre las
relaciones entre mujeres de la demográfica que los consumidores de porno
internetero solemos conocer como MILF, bastante descafeinada y apta para
consumo televisivo de no ser por alguna secuencia violenta poco brillante y
alguna fugacísima escena de sexo en la que realmente no se ve nada.
Ahora va a resultar que, digan lo que digan los detractores
del subgénero, no todo el mundo sabe jugar al juego de reconvertir el cine
basura en crítica social y ofrecer imágenes extremas con una coartada
subyacente más o menos válida. De poco me vale que se busque poner en solfa la
vanidad y superficialidad que mantienen las mujeres hasta bien avanzada la
vida, así como, de paso, el contagio de estos valores por parte de ciertos
sectores gays, cuando el ritmo, el guión (¿fui yo que me dórmí o había un segundo asesino del que al final no se sabe absolutamente nada?) y la habilidad técnica (¿quién era
el tal Chris Orchard, a quien Dolera
presentó casi en plan “invitado de honor”?) no acompañan en absoluto la
propuesta.
Me cuesta creer que no hubiese por ahí nada mejor, por
ejemplo en la sección “Midnight X-Treme” de Sitges. Pese a la mejora sustancial
en la Muestra 2015 respecto a las últimas tres ediciones, las sesiones golfas
han sido un talón de Aquiles muy sangrante, carente tanto de salvajismo como de
diversión, al que han ido a parar productos de “fondo de barril” muy obvios
(añorar cosas como “Fresh meat” o “Piraña 2D” tiene delito, pero es la verdad
sincera). Yo, puesto a innovar, haría un “Phenomena Midnight” y me buscaría
copias en 35, hechas jirones, de títulos en plan “Maniac cop” o “La historia de
Ricky”, o, mejor aún, mini-retrospectivas canallas de tipos como Joe D’Amato. Si
se tiene que proyectar algo malo por exigencias de programación, que lo sea con
cierta solera y “glamour” continentales.
Lo único bueno: que la película espantara de tal modo a
ciertos espectadores que se olvidasen en su butaca las cajas de cereales “Lion”
de Nestlé que se repartieron a la entrada, reanudando el vínculo con la marca de
la etapa Palafox con sus “Kit Kat” y similares. Me he ahorrado un mes de
desayunos, gracias a las deserciones del público, que pudo haber sido más si me
hubiese traído alguna otra bolsa donde recoger los restos del naufragio durante
los créditos.
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