Está bien ser diferente a los demás; está peor creerse mejor
por ser más diferente, o inventar liturgias y catecismos de la diferencia para
aspirar a una normalidad alternativa que en sueños usurpe a la canónica.
Descorazona llegar, en el discurrir libre de tu vida, a pequeños paraísos como la
ciencia ficción, el anime, los tebeos o el cine de terror, y verlos invadidos
por una jauría de domingueros que solo parecen apreciarlos por lo que más
puedan tener de excluyentes para la gente común, o que hacen de ellos el blanco
de esa privilegiada inteligencia y ese mordaz ingenio que no les sirvieron para
triunfar socialmente ni brindarles un buen puesto de trabajo. Que Internet vaya
extendiendo su virus de la quisquillosidad agresiva y de las críticas
demoledoras basadas en minucias supone una amenaza mayor que cualquier
apocalipsis maya.
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