Para que un cineasta japonés llegue a Occidente, tiene que
calzarse la parafernalia de katana y tonsuras marciales. Así, sorprende solo
relativamente que Hitoshi Matsumoto, humorista televisivo (como Kitano) y
director de “Gran hombre de Japón” y “Symbol”, nos dé su versión del chambara.
Claro que, apenas comenzados, estamos casi en “Samurai Champloo”, entre los
anteojos del protagonista y los estrambóticos cazadores de recompensas, con
especial mención para Gori-Gori, el Asesino Quiropráctico. Después, la galería
de performances absurdas que Kanjuro ha de realizar para el joven señor para
hacerle sonreír si no quiere ser obligado a la performance absurda definitiva,
el seppuku. Para Daudet era ir sacándose trozos de cerebro dorado, para
Kanjuro, que perdió la espada, ser héroe es hacer el ridículo con pundonor,
ganándose el derecho a ser leyenda y enorgullecer a su hija. Hasta aquí puedo
leer.
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